De igual forma que sucede en otros ámbitos de la condición humana, la afición al arte funerario tiene también sus must y, por poner un par de ejemplos, no sería meritorio de llamarse a usted mismo amante de los cementerios si no ha pisado nunca el adoquinado suelo de Père-Lachaise o las galerías de Staglieno o si no tiene, al menos en mente, la idea de visitar los grandes y decimonónicos camposantos europeos.
Esto que –qué quieren que les diga– está muy bien para iniciarse, puede que les haga perder la oportunidad de pasear por los no tan grandes y conocidos pero igualmente sorprendentes cementerios fuera de las rutas turísticas establecidas. Permítanme despedir el año con uno de los lugares de reposo eterno que más me han gustado de entre todos los visitados, que no son pocos, uno prácticamente desconocido: Huis te Vraag.
¡Deslicémonos por la madriguera de conejo! (en realidad es un diminuto afluente del canal Schinkel ;-D) Les puedo asegurar que debajo de las hiedras hallaran lápidas mortuorias. |